Carta para Momoka

Pronto cumplirás diez años conmigo, diez años desde ese 2014 en el que mi vida parecía sin rumbo, sin sentido, sin motivo. Hoy leí una historia, esas palabras que solo nacen hasta que pierdes a alguien, a ese ser que de repente dejó de ser parte de tu vida. Y yo no quiero esperar a que ya no estés conmigo para decirte lo mucho que te amo.

Eres la gata con los ojos más bellos del mundo, el motivo por el que cancelé incontables viajes, las mordidas en las manos cuando te acuestas debajo de las sábanas, mi ex cachorrita con la que jugaba como perro. Llegaste a mí cuando tu antecesor acababa de morir, y no llenaste un hueco, sino que abriste un espacio completamente nuevo en mi corazón. Fuiste el motivo por el que me levanté después de la muerte de mi madre, mi norte cuando no tenía ni idea de a dónde ir.

Por ti he luchado para que no te quedes sin techo ni comida ni nada. Y te agradezco cada día cuando has estado ahí para escuchar mis lágrimas, incluso cuando la gente ya no me soportaba para estar ahí para secarlas. Me has aguantado con ansiedad y estrés, con ira y resentimiento, con mis defectos de los cuales cada día me arrepiento.

Amo tu maullido aunque me desespere. Tus necedades de jugar en la mañana aunque luego te llegaba a gritar porque me estresaba. Y lamento el daño que te llegué a hacer, y sonrío porque tú me enseñaste el camino del perdón.

Me da miedo cada año que pasa. Nunca quiero que te vayas, que te marches, que dejes de velar mis sueños, y de impulsar mis sueños; y en los años que te quedan, te dejaré con otra persona, con otro yo que te abrazará y te cuidará mejor que yo, con una mejor versión de mí. Me duele solo pensar qué haré el día que no estés porque te amo, arbolito de duraznos, gata extraordinaria, mi motivo para despertarme, por convertirme en doctor, por ser alguien solo para ser alguien que te cuide: te amo Momos.