Quiero ser un payaso cuando sea grande
“¿Sí él que está tonto puede resolver multiplicaciones de dos dígitos, por qué ustedes no pueden?” Esas palabras las escuché de una maestra en mi segundo año de primaría que debió ser el tercero. Recuerdo que estaba aburrido en la clase, y los números me distrajeron por un momento mientras todo era silencio. No obstante, las palabras me dolieron como me dolía no estar en tercero, como me dolía haber repetido primero; porque ––por qué–– esas palabras me recordaban que seguramente yo era un tonto. Por los pasillos de esa escuela escuchaba rumores, fragmentos de rumores. Y en las cenas familiares me escondía en el baño escuchando repeticiones de rumores mientras olía fragancias con aroma a licor mediocre y perfume de tienda departamental de medio pelo. Lo que escuchaba, lo que sentía, lo que percibía se puede resumir en una sola oración no religiosa, pero sí dolorosa: “Repitió primero de primaria porque en su nueva escuela pensaron que tenían retraso mental”. En ese momento, cuando e...