Hablemos de ansiedad

 Pensaba escribir esto en mi publicación de final de año en esa plataforma donde la gente ama a escucharse a sí misma, así como al el eco de sus propios pensamientos alimentados por algoritmos que sólo buscan incrementar la ganancia de unos cuantos emprendedores y gentes detraje que se sienten libres. Sin embargo, mientras mis gatos planean matarse entre sí, me di cuenta que hablar de este tema requería su propio espacio: ––sobre todo por lo ridículamente íntimo que es––. Por consiguiente, dedico estas palabras para hablar de mi ansiedad.

Hace poco mi directora de tesis me llamó la atención por mencionar el tema con uno de mis asesores. Y con base en mi pocas virtudes sociales considero que el comentario fue correcto. La gente no tiene que estar conociendo todo sobre tu salud mental ni sobre tus estados emocionales, así como las necesidades ligadas a estas.

Aún así la palabra ansiedad es importante para mí. Y de alguna manera creo que debe de seguir siendo parte de mi carta de presentación. Sobre todo porque es muy difícil de explicar a la gente esos extraños cambios de personalidad que llego a tener donde paso de ser un chico loco hada, para convertirme en un intolerante y tóxico chico bueno.

Y que les puedo decir personas que no están leyendo esto. Yo ni siquiera sabía de lo que estaba pasando hasta hace unos cuantos años cuando tratando de conocerme a mi mismo conociendo los demás encontré la palabra y su significado en Internet. Lo cual me trajo un poco de claridad, pero sobre todo satisfacción de saber que no era el único ser humano que le tenía miedo aquello que podría pasar y que también estaba acompañado por la angustia de lo que está pasando en el presente.

Creo que en algún punto debemos de ser personas más abiertas con respecto a lo que nos ocurre y a lo que son nuestros padecimientos. Porque al final de cuenta un padecimiento es eso, es lo que simplemente se padece y que no es agradable ni para ti ni para los demás. Yo creo que una explicación clara de antemano sirve para por lo menos agarrar un resquicio de compresión para ti mismo y para otras personas.

Por consiguiente, considero que es necesario seguir hablando de ansiad ––de mi tía Anita––. Quizás no de una manera tan torpe en cuanto a lo social como lo ha hecho en algunas ocasiones, pero sí cuando hay espacios de intimidad con aquellas personas con las que convives, trabajas y quieres. Ya que en algún momento es mejor ahorrarse la explicación de esta transformación sutil que tuviste de una persona extremadamente positiva que se de repente se transformó en ser pesimista e intempestivo con la vida: hablemos de ansiedad, pues.


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