El idiota
A veces siento dolor en la garganta. Y esto es porque de niño me arrancaron las voz con el cuchillo de las palabras y las navajas de las manos. No podía hablar bien, no podía decir lo que pensaba, y con dos manos apretaron mi cuello. No podía hablar, me daba miedo hablar, temía hablar. En el salón de clases pasaba horas mirando el reloj esperando a que el tiempo se marchara para yo marcharme de ahí. Cuando me invitaban a participar me invitaban a hacer el ridículo; y mis ideas tropezaban dentro de un mar de miedos porque no sabía cómo decir lo que quería decir. Y por eso soy un idiota. Un idiota que en su definición clásica es alguién que no participa de lo público. O que en su definición más moderna es una persona que no tiene voz, que no puede hablar, que no sabe expresarse, que no es intelectualmente capaz de hacerlo. Aún me duelen las cuerdas vocales, aún tiemblo de miedo cuando me equivoco, y mi voz se deshace todavía cada que escucha otra voz que la apaga. Quizás por eso me